No es lo mismo una casa que un hogar. La diferencia estriba en ese momento en que se llega a casa y uno se siente de verdad en el lugar donde tiene que estar. Si algo tienen las casas de madera es precisamente esa sensación de calidez y confort desde que se traspasa el umbral. Y gran parte de esa sensación se consigue con un hall o recibidor que nos acoja en nuestra propia vivienda.
La casa americana
Sorprende en ocasiones la poca importancia que se da en construcción tradicional, sobre todo en nuestro país, a este espacio de la vivienda. Estamos acostumbrados al típico recibidor que es más un pasillo o incluso a entrar directamente al salón. Son pocas las ocasiones en las que se le da protagonismo al propio hall. Como mucho se construye un pequeño distribuidor que no va más allá de servir de puente de acceso entre las distintas estancias.
Sin embargo, en Canadá y Estados Unidos es habitual que ese primer contacto con el interior de la casa ya mande un mensaje. En el norte del continente americano, debido a las bajas temperaturas, es donde esta concepción de ese primer espacio cobra un sentido si cabe aún más relevante. Es este el lugar donde despojarse de la ropa de invierno y recibir el caluroso saludo del hogar, donde deshacerse del paraguas y donde dejar atrás las inclemencias climáticas del exterior.
El lugar desde donde nace la vivienda
Suele ser el recibidor, generalmente, el lugar desde donde parte la escalera en aquellas casas con más de un piso. Esto implica que las posibilidades de ejecutar una doble altura se multipliquen y, así, dar una luminosidad y una sensación de espacio abierto que ya implica entrar a nuestra casa de otra manera, con una sonrisa.
Y es que el hacerse una casa a medida no tiene sentido si uno no aprovecha las posibilidades que tiene para hacer de la suya la vivienda de sus sueños. Esos sueños que empiezan desde el momento en que se pone el primer pie en casa, desde que entramos al recibidor. Aunque, como en todo, tener o no un recibidor queda siempre a elección de cada cliente.